La justicia condenó al capitán de Carabineros Patricio Maturana a 12 años y 183 días de presidio por el delito de apremios ilegítimos con resultado de lesiones graves en contra de la actual senadora Fabiola Campillai. Los “apremios ilegítimos” son de definición imprecisa y eso expone a carabineros a ser perseguidos judicialmente por cualquier acto u omisión. En este caso, el “apremio ilegítimo” consiste en que Maturana dispara desde lejos una bomba lacrimógena a menos de 45º (y el protocolo exige hacerlo sobre esa altura); que su vida no corría peligro y que Campillai resulta con lesiones graves (la doctora Cordero se equivoca, las lesiones son indubitadas).
El 26 de noviembre del 2019 al capitán Maturana se le ordenó concurrir a disolver una manifestación que amenazaba el Metrotren a Santiago. Consta de los videos: que su patrulla era agredida a pedradas; que el oficial a cargo ordena disparar bombas lacrimógenas; que el capitán obedece y 3 segundos después dispara sin apuntar, desde una distancia de 51 metros, hacia donde se encontraba un grupo de manifestantes violentos. Los videos no muestran el impacto ni permiten identificar a la víctima.
Campillai pecó de responsable, salió una hora antes de que pasara la micro de Carozzi a recogerla a 10 minutos de su casa y tuvo la mala idea de transitar por donde había una protesta y no darse la vuelta a la manzana y evitarla. Maturana también pecó de responsable: cumplía órdenes de disparar y lo hace desde lejos sin apuntar y sin entrenamiento previo. Los peritos del Departamento de Física de la U. de Chile explicaron que las posibilidades de pegarle a una persona a 51 metros con esa arma y ese proyectil (que va rotando y emitiendo gases) es de un 4% si el disparo se efectúa a menos de 10 grados, e imposible si se dispara con un ángulo mayor y, sin embargo, a Maturana lo condenan a 12 años de cárcel, por lo que a todas luces parece un trágico accidente.
En el lugar donde ocurren las lesiones se encuentran grandes piedras que estaban siendo arrojadas por los manifestantes, pero no son relevadas ni periciadas. Los peritos después, sin embargo, indican que era posible que las lesiones oculares de Campillai las hubieran ocasionado otros elementos contundentes, lo que es consistente con que la víctima no registra quemaduras a pesar de que la lacrimógena va a más de 100º Celsius (a esa temperatura hierve el agua).
Maturana enfrentó a la PDI, la Fiscalía, la opinión pública y al INDH. Campillai es senadora y la recibieron, a la sazón, el fiscal nacional y el presidente de la Corte Suprema, y el veredicto salió justo antes del plebiscito del 4 de septiembre. En este caso no solo hay una duda razonable respecto de qué provocó la tragedia, sino que hay certeza de que había incidentes, que se arrojaban piedras contra carabineros, que Maturana cumplía órdenes y que no tenía intención de lesionar a nadie y que la tragedia de Campillai es fortuita. Chile, imbuido de un vértigo revolucionario y conmocionado por la tragedia, eligió senadora a Campillai. A Maturana, que por órdenes superiores nos defendía a todos, no lo recibió nadie y Chile lo condenó a 12 años y a no ver crecer a su hija. Es lo que se conoce como el pago de Chile.
La legislación chilena está al debe en definir la legítima defensa de carabineros, cuándo pueden o no usar sus armas; precisar entre apremios ilegítimos y violencia innecesaria y varios temas más que conocen los expertos penalistas. Es hora de que se legisle, con calma y precisión, para que las lesiones que sufren inocentes no se compensen con sanciones desproporcionadas.
El 12 de junio de 1987, Ronald Reagan, parado frente a la puerta de Brandeburgo en Berlín, rodeado por el muro de la infamia, le dijo a Gorbachov: “Si usted quiere paz, libertad y prosperidad, ‘bote este muro’”. Dos años después, Gorbachov lo hizo y un continente recuperó su libertad. Al Presidente le pedimos algo más modesto. Si usted habla en serio de justicia, reconciliación y apoyo a Carabineros: indulte a Maturana. (El Mercurio)
Gerardo Varela