En los últimos días se han producido diferentes eventos que pueden tener efectos relevantes en la economía mundial y del país. Sin duda lo más llamativo ha sido la crisis de instituciones financieras en Estados Unidos y Europa.
Hemos visto “corridas bancarias” a una velocidad inusitada. Pero antes de entrar a analizar dichos sucesos, pondremos la mirada en otros hechos que pueden darnos lecciones más inmediatas para lo que se discute hoy en Chile.
Las expectativas creadas sobre el tema y el énfasis del Gobierno en impulsar su reforma previsional como la solución a los problemas del sistema nos vuelven la mirada a Francia, cuyo sistema básicamente estatal tiene grandes diferencias entre grupos de personas, ofrece pensiones a edades tempranas y, en ciertos casos, con poco período laboral. Según lo plantea el mismo gobierno, esto no es financiable, pero su propuesta de elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años y aumentar levemente las exigencias para recibirla ha creado una ola de desórdenes que obligó al gobierno a utilizar una vía constitucional de excepción para avanzar en el tema.
Sin embargo, es claro que la propuesta es un paliativo transitorio y no resolverá el problema. Bolivia ha estado activa también en estas materias y finalmente el gobierno habría optado por apoderarse de los ahorros previsionales que aún quedan. La intención sería financiar el gasto corriente por falta de acceso a endeudamiento e indicios de crisis cambiaria. Argentina lo implementó hace años y sus pensionados, salvo casos muy especiales, han sufrido las penurias.
Ese es el destino que espera a las sociedades que siguen ese camino.
Es necesario mejorar las pensiones, pero ello no se logra ni por mera voluntad ni con leyes creativas. Las pensiones dependen siempre de lo que se ahorró por muchos años y de la capacidad de la economía para financiar a quienes no pudieron ahorrar lo suficiente. Se requiere que las personas estén motivadas a ahorrar, que crean que su esfuerzo vale la pena y que no se perderá. Además, se necesita que el país crezca aceleradamente para apoyar a los que, a pesar de su esfuerzo, no les fue bien. Pero el gobierno no les está dando a las personas certezas en ese sentido. Tampoco le agrada que le hagan ver que sus propuestas están equivocadas.
Recientes declaraciones de la autoridad han señalado que las AFP, que han protegido bien los recursos de los trabajadores, no pueden considerarse para el futuro; muestra el profundo sesgo ideológico de la propuesta. Se ha hecho ya un gran esfuerzo por crear y mejorar la Pensión Garantizada Universal, por lo que no se justifica precipitarse hacia una reforma por la presión de un gobierno que quiere forzar su visión de la sociedad.
Otro evento destacable fue el tropiezo del Gobierno consigo mismo. Se rechazó la idea de legislar de su propuesta de reforma tributaria. Es una buena noticia porque permite ver el tema con más calma. Por convicción de algunos o por conveniencia política de corto plazo de otros, Chile lleva décadas siguiendo la vía que supone que quitarles a algunos para darles a otros va a mejorar las cosas. Todos los gobiernos desde el año 90 han tenido reformas tributarias con ese fin. Los efectos de esos cambios todavía no han permeado en su totalidad y probablemente sigan generando efectos negativos para el progreso en el futuro.
Simultáneamente, y en parte como consecuencia de dicha visión, la economía es cada vez menos dinámica y a los ciudadanos les es más difícil cumplir sus anhelos. El fracaso del Gobierno debiera servir para cambiar de paradigma. Para obtener recursos adicionales, la autoridad y el mundo productivo debieran enfocarse en impulsar nuevos proyectos y facilitar que se concreten rápidamente. Que el país crezca. Que con ello se generen recursos permanentes y sinérgicos. Esa debiera ser la razón para que los emprendedores se coordinen con el Gobierno. No es razonable aparecer como los responsables de aceptar nuevos impuestos de los cuales, por lo demás, son meros recaudadores porque los paga la sociedad, con productos más caros o con menos progreso. Es una posición cómoda para los gobiernos. La compleja tarea de recaudar se la hacen otros, a los que además puede hacer aparecer como egoístas y tramposos.
Chile puede crecer más, dado el potencial de su gente y sus empresas. Si centramos en esto la discusión, se podrá dilucidar si el Gobierno realmente quiere el bien de todos. Deberá demostrar que no se encasilla en el “no importa el crecimiento” propuesto por algunos de los exconvencionales en el proyecto de reforma constitucional, que el Gobierno apoyó y el país rechazó. Ante las preguntas sobre las necesidades de las personas, las respuestas fueron siempre evasivas. Por el momento, las acciones de las autoridades impidiendo inversiones parecen coincidir con esa visión. Si es así, sería conveniente aclararle al país que ese es el impedimento para lograr sus anhelos y no el actuar de supuestos emprendedores sin escrúpulos.
Desde que existen los bancos han existido crisis financieras. La creación de los bancos centrales tuvo como objetivo impedirlas, aunque según algunos, las han hecho más agudas, y son discusiones que llevan más de un siglo. Es preferible mirar el contexto de la situación actual.
La política monetaria que muchos gobiernos usan para influir en la economía actúa primariamente a través del sistema financiero. En los últimos años, los principales bancos centrales —la Fed y el BCE— siguieron una estrategia expansiva muy agresiva señalando que mantendrían tasas bajas por mucho tiempo. Pero cuando la inflación aflora y no es posible estimarla como transitoria, revirtieron violentamente de curso y las aumentaron en casi 500 puntos.
No es extraño que aparecieran síntomas de dificultades en el sistema financiero que transmite esos cambios. Los bancos operan con una posición de alto endeudamiento y con pasivos a la vista o a corto plazo y colocan a plazos mayores. Son loables los complejos esfuerzos que se han hecho para establecerles mínimos de capital. Desafortunadamente, por muchas ponderaciones de riesgo que se utilicen, siempre habrá alguna que no se consideró adecuadamente como acaba de suceder: concentración de depósitos o riesgo de cobertura de tasas en activos intrínsicamente de poco riesgo. Ayudaría mucho un mayor capital efectivo y no ponderado, pero ello conllevaría préstamos más caros y servicios a los que los gobiernos no debieran ponerles techo o menores costos de cumplimiento y sus consecuentes multas. No se observa ninguna voluntad de las autoridades para seguir ese camino.
La solución alternativa, disponer mayores controles gubernamentales, es ilusoria. Uno de los autores de la ley Dodd-Frank —dictada en el gobierno de Obama para controlar mejor a los bancos—, Bernie Frank, era director del Signature Bank, intervenido junto con el Banco de Silicon Valley. Argumenta que el gobierno actuó equivocada y discrecionalmente perjudicando la institución.
En este contexto, lo realmente relevante es que al producirse problemas críticos como los actuales, la autoridad pueda efectivamente actuar como prestamista de última instancia, sin que la realidad política se lo impida. Aunque nunca es predecible qué sucede cuando la confianza se pierde, y todavía la situación está en plena evolución, es razonable esperar que la autoridad siga interviniendo como lo ha hecho hasta el momento, y con ello este episodio no llegaría a ser un problema sistémico con consecuencias gravísimas.
Por qué algunos bancos se afectan primero y no así otros, deben estudiarlo seriamente los que tienen responsabilidades de dirigir esas instituciones.
En este caso existen indicaciones que una excesiva atención a lo políticamente correcto influyó negativamente.
Mientras evolucionaba la crisis, se dieron a conocer datos de que la actividad económica se mantenía dinámica y que la inflación “core” anualizada del trimestre terminado en febrero seguía elevada. A ritmo anual alcanzó 5,2% en Estados Unidos y 6,4% en Europa. Esto pone a los encargados de la política monetaria en un escenario complejo. Deberán seguir un camino muy fino para controlar la inflación y no agudizar la crisis financiera. Paradójicamente esta crisis los ayudará, pues los bancos naturalmente serán más cautos y eso permitirá que la política monetaria surta efectos más rápidamente.
A pesar de todos los eventos inesperados que han sucedido recientemente, es razonable seguir proyectando para los próximos meses una recesión moderada y no un ajuste profundo y traumático. En ello cooperará el renovado dinamismo de China.
En el corto plazo, Chile debiera sortear adecuadamente esta situación. Su sistema financiero también enfrentó un cambio brusco de tasas y algunas instituciones debieron reforzar su patrimonio. Pero la política del Banco Central de años anteriores, en que otorgó líneas de largo plazo para refinanciar deudas, los ayudará, conjuntamente con sus generalmente sólidas posiciones financieras, a sortear las consecuencias de la nueva realidad.
El verdadero desafío del país es resolver adecuadamente la tensión entre los que ven el juego político como una tarea predatoria, de quitar a unos para dar a otros, y los que visualizan que la verdadera salida para satisfacer anhelos es favorecer el progreso. Sin una buena dosis de esta última visión, el futuro no será alentador. (El Mercurio)
Hernán Büchi