Constantemente se comenta sobre la necesidad de acuerdos y unidad. Se piden acuerdos en salud, en pensiones, en la reforma tributaria y en otras áreas clave. A la derecha se le pide unidad, y para algunos resulta increíble que un par de partidos no logren ponerse de acuerdo en temas tan “básicos” como un pacto electoral o una primaria presidencial.
Sin embargo, es necesario preguntarse si los acuerdos son por sí mismos positivos y beneficiosos para el país o si, en algunos casos, pueden resultar en consecuencias perjudiciales. La verdad es que Chile ha visto numerosos acuerdos que, lejos de traer progreso, han terminado siendo obstáculos para las soluciones reales. Estos acuerdos muchas veces culminan en una foto entre políticos, mientras los problemas de fondo permanecen sin resolver.
Ejemplos de esto abundan. La reforma tributaria del 2014, impulsada en el segundo gobierno de la Presidenta Bachelet, fue producto de un acuerdo con la oposición de ese entonces que no sólo no generó los beneficios prometidos, sino que dejó al país entrampado. Lo mismo ocurrió con la reforma educacional bajo el alero del mismo gobierno, en la cual el Frente Amplio también tiene una importante cuota de responsabilidad, y que ha sumido a la educación en una de sus peores crisis. De igual manera, el “acuerdo por la paz y una nueva Constitución” que, aunque logró, con la ayuda de una pandemia de por medio, calmar las aguas para la clase política, se tradujo en incertidumbre y en la postergación de soluciones reales para los problemas sociales que existen. Y ni hablar del reciente pacto tributario, cuyas repercusiones negativas para el país no tardaremos en ver.
Así, queda claro que los acuerdos y la unidad no son necesariamente buenos para el país ni para los chilenos. Entonces, antes de hablar de unidad, es conveniente preguntarse: ¿Unidad para qué? ¿Unidad en qué?
Quizás podríamos empezar por puntos concretos: unidad en medidas efectivas para combatir el narcotráfico y recuperar la seguridad; unidad para revalorar a la familia, reconociéndola como el núcleo fundamental de la sociedad; unidad para reducir la carga tributaria y eliminar el mal gasto público; unidad para llevar a cabo una reforma de pensiones que aumente las jubilaciones y garantice la propiedad sobre las cotizaciones; unidad para impulsar una reforma laboral que dote de flexibilidad al empleo, adaptándolo a los desafíos actuales; unidad para mejorar el sistema de salud y reformar el sistema educacional.
Sumado a lo anterior, hay que considerar y valorar el hecho que al aumentar las alternativas electorales dentro de la derecha y centroderecha, el sector no ha disminuido su influencia, por el contrario, ha crecido en número de autoridades electas y número de votos totales obtenidos.
Unidad sí, pero en lo que realmente es bueno para Chile y no en acuerdos apresurados que sólo resultan en un apretón de manos y una foto para el olvido. (El Líbero)
Beatriz Hevia