Su objetivo es que la gente común y corriente, la que no tiene un magíster o un diplomado, se abra a leer las 222 páginas en las que hizo un repaso histórico sobre el conocimiento económico y cómo éste ha sido abrazado por las ideologías de quienes creen en la sociedad libre y el libre mercado o, en la otra vereda, por quienes adhieren a las ideas de izquierda o al socialismo en sus distintos matices.
Luego de un año de trabajo, que incluso lo llevó a instalarse en Estados Unidos, José Ramón Valente, socio y fundador de Econsult, finalmente lanzará el próximo jueves su nuevo libro: La rebelión del sentido común. Por qué la gente sabe más que los economistas y los políticos.
Este economista de la Universidad de Chile y férreo defensor del libre mercado no oculta sus expectativas. “Si esta obra contribuye, aunque sea marginalmente, a cerrar la brecha entre lo aprendido por los economistas desde que Adam Smith publicara en 1776 La riqueza de las naciones, y los conocimientos de economía del resto de la sociedad, el esfuerzo bien habrá valido la pena”, plantea en la introducción.
¿Qué lo llevó a escribir el libro?
Hay dos razones principales. Una es que llevo 20 años como comentarista en radio y escribiendo columnas de opinión, y cuando llevas tanto tiempo también asumes un cierto estilo, la gente te reconoce por eso y siempre me dicen que cuando me escuchan o leen, logran entender de economía con más facilidad. Eso me motivó a dejar un texto más sustancioso en un espacio para escribir sobre economía, pero para no economistas. Mi idea es explicar la economía con peras y manzanas; en fácil.
Mencionó dos motivaciones…
Lo segundo es que soy un convencido de las ideas de la sociedad libre y de la economía de libre mercado, de que esas ideas son importantísimas para generar progreso en los países, bienestar y, en último caso, para permitirle a la gente aspirar a la felicidad como dice la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Pero estas ideas compiten con ideas distintas, de gente que cree que las sociedades deben ser más controladas, que las ideas del socialismo siguen presentes y que tratan de revivirlas, pese al fracaso evidente que tuvieron en el siglo XX.
¿El libro busca competir en eso?
En cierta medida sí, porque aunque estoy convencido de que las ideas del libre mercado y la sociedad libre son mejores que las del socialismo, las cosas no por ser buenas se hacen populares. También hay que venderlas, comunicarlas, explicarlas y hacerlas evidentes a la gente. Y este libro es una pieza adicional para intentar hacer evidente a la gente cuánto mejor son las ideas de una sociedad libre y de libre mercado que las de una economía controlada, con un Estado gigante, todopoderoso.
También dice que el error de su sector es que no ha podido socializar las ventajas del libre mercado, y que la izquierda sí ha hecho lo suyo. ¿A qué atribuye esa falla?
Lo que pasa es que quienes creen en el libre mercado y la sociedad libre están tan convencidos de la superioridad, en el sentido casi filosófico, de esta forma de organización social respecto de su alternativa única, que es el socialismo y el comunismo, que dicen ‘esto se vende solo’. Es como decir ‘los productos buenos se venden solos’. Pero yo pienso distinto, porque incluso las cosas buenas necesitan empaquetarse bien, venderse bien, propaganda, marketing, llegar a la gente. En ese sentido, quienes apoyan las ideas de izquierda y, sobre todo, el socialismo son mucho más consistentes en estar vendiendo, estar en la calle, en las universidades y generando empatía respecto de sus ideas.
¿Pero no será también que la gente cree que el libre mercado no les beneficia o incluso los perjudica?
Aquí pasan dos cosas y le voy a dar un ejemplo basado en el mundo en que me muevo, que es el financiero. Uno debería esperar, por ejemplo, que una alternativa de inversión, como los fondos mutuos, si son caros y malos debieran desaparecer y si son baratos y buenos, subsistir y atraer clientes. Pero en realidad hay fondos mutuos grandes que son caros y malos, y otros más baratos y buenos sin tanta demanda. Esto da cuenta de la importancia de las redes de distribución, porque, normalmente, los fondos grandes, caros y malos son asociados a instituciones con grandes redes de distribución. Un pesimista dirá que uno puede vender permanentemente algo malo y la gente igual lo va a comprar; bueno, sí. Pero también hay una cosa positiva que se da en este mercado y lo mismo pasa con las ideas…
¿Positiva por qué?
Porque al mirar los flujos en general de los fondos mutuos malos se observa que gastan más en marketing para mantenerse, ya que pierden naturalmente clientes. En cambio, los fondos buenos ganan naturalmente clientes y necesitan menos esfuerzo. En el plano de las ideas pasa lo mismo: en los últimos 50 años las ideas del libre mercado y de la sociedad libre han ganado participación de mercado a altas tasas en el mundo, mientras que las ideas del socialismo y la izquierda han perdido participación y deben redoblar esfuerzos en colegios, universidades, en las marchas para mantener algo de la cuota que tenían en el siglo XX.
¿Por qué cree que ese nivel de organización no se da en su sector?
En una perspectiva larga, las ideas de una sociedad libre y del libre mercado sí han ido ganando terreno, hemos podido difundirlas y demostrado el valor que tienen. Pero sí hago una crítica en el libro a la idea de que, porque el producto es bueno, se vende solo y creo que no, que hay que hacer esfuerzos. La gente decía en el gobierno pasado ‘con estas tasas de crecimiento de 5% y un millón de empleos, seguro reelegimos otro Presidente’ y no fue así. Se necesita poner más que las cifras, más que la evidencia, porque hay también otro fenómeno económico: la gente tiene poco tiempo para informarse, no tiene un interés natural por la política, por la economía. Le interesa el fútbol, pasear con sus niños, andar en bicicleta… Entonces, si me dicen ‘pero si es tan evidente que el país estaba mejor, por qué la gente votó de otra forma’, mi respuesta es simple: ‘Bueno, debías hacer un esfuerzo para que la gente dedicara tiempo a escuchar tu mensaje y no lo hiciste’.
También fustiga a quienes en su sector tildan a la gente de mal-agradecidos o ignorantes de las ventajas del mercado, ¿no le complica la reacción a su crítica?
En el libro cuestiono a mi sector cuando digo que los escucho decir ‘ah, es que son malagradecidos o que no entienden nada o se quieren aprovechar’. Bueno, pongo el peso de la prueba al revés, en los que han ido a la universidad, han estudiado esto, son partidarios del libre mercado y buscan ser líderes. No es la gente tonta ni malagradecida: son los líderes los que deben transmitir el mensaje. La falla está en los líderes y no en la gente.
FALLAS DEL MERCADO
¿No se le hace pesado socializar las ventajas del libre mercado en medio de los casos de colusión, cascadas, Consorcio, boletas falsas, delitos tributarios?
Tener una economía de mercado sin que hayan escándalos como los que estamos viendo es como pretender que haya religión sin pecado. El hecho de que haya personas pecadoras no hace mala a la religión ni a sus principios, pero uno puede terminar apartándose de ella por los pecados de otros. Así también pasa con las ideas del libre mercado: éstas no se hacen malas por casos como los que menciona. El gran ejemplo es Estados Unidos, el país más liberal y en donde se ven permanentemente casos en los cuales hay ilícitos. El tema es que allá los sancionan debidamente, de manera que la sociedad siente que es protegida de quienes quisieron abusar del sistema. Más importante que el error o la falta es cómo se reacciona a ello. Siempre habrá errores, pero lo relevante es cómo la sociedad reacciona y muchas veces lo hace equivocadamente, por ejemplo, regulando, cerrando mercados o yendo hacia más Estado en vez de más mercado.
¿Y eso no será porque las fallas provienen del mercado?
A mi juicio, lo lógico es que los casos de actividades anticompetitivas requieren más competencia y no menos competencia. La forma en que como sociedad reaccionas ante un determinado caso es lo que te hace más o menos fuerte.
Dice que ante la falla la reacción es lo relevante y que, generalmente, se comete el error de regular más, limitar mercados y ampliar el ámbito del Estado. Pero el Estado chileno no ha creado una empresa para enfrentar un monopolio o intervenido la producción de las compañías que se coluden. ¿Dónde está la reacción errada?
Estamos todos de acuerdo en que la colusión y los intentos de colusión son malos y deben ser castigados. Pero el punto es ver si, al final, la economía de libre mercado tiene mecanismos de protección contra quienes se coluden o intentan coludirse y cuán exitosos son en hacerles daño a la sociedad y a la economía de mercado. Reputacionalmente, hacen mucho daño. Pero, ¿les hacen un daño económico a las personas? Aquí voy a lo que Joseph Stiglitz concluyó al decir ‘mire, este es un intento de colusión y las colusiones al final son malas y logran hacer daño a la sociedad, pero el daño es mucho menor de lo que la gente cree mientras más competitivos son los mercados, más abiertas las economías, más acceso al capital haya y más empresarial sea la sociedad’.
¿Pero los casos le generan o no un conflicto en su intención de socializar las ideas del libre mercado?
Muchísimo. Imagínese cuánta dificultad le genera un cura acusado de pedofilia al curita que el domingo intenta traspasar su mensaje. Estos casos dificultan mucho el intento de traspasar bien el mensaje, porque le estás dando herramientas a tu competidor en el mercado de las ideas para que te gane.
PERPETUARSE EN EL PODER
En el libro dice que en Chile 2015 las autoridades tienen un afán de elegir aquello que más nos conviene y que varias de las propuestas en materia social que se discuten “parten de la base de que el Estado debe proteger los beneficios y derechos irrenunciables de las personas”. ¿Hay un populismo de izquierda que busca perpetuarse en el poder?
Creo que sí. Pero también creo que hoy cohabitan dos tipos de izquierda. Una izquierda liberal que apoya, soporta y está de acuerdo con el libre mercado, pero que tiene matices en términos de cuál es el rol del Estado, su tamaño ideal, cuánto regular a las empresas, pero con la que puedes conversar con diferencias de percepción que son válidas. Pero hay otra izquierda que quiere volver al siglo XX, conservadora, que ha ganando espacio tras la crisis de 2008 y que en Chile logró elegirse en el gobierno e imponer la idea de cambiarlo casi todo y que el Estado debe ampliar su ámbito de acción.
También advierte que “la idea de recibir algo a cambio de nada, como suelen prometer los socialistas (…), es extremadamente seductora para un alto porcentaje de la población, especialmente, en momentos de crisis”, ¿sugiere que en crisis la gente no piensa bien?
A lo que se refiere ese párrafo es que si bien conceptualmente uno puede entender las cosas, en los momentos de dificultad nadie va a rechazar un bono. Lo mismo que no va a rechazar un chocolate si está ansioso o tiene hambre. Una cosa es conceptualizar y otra cosa es la acción que tomas.
La tentación de los bonos, en todo caso, ha sido transversal a los gobiernos PS, DC y también partidarios del libre mercado, de derecha.
Los gobiernos también son instituciones imperfectas y le aseguro que si uno les pregunta a quienes formaron parte del gobierno anterior si lo hicieron bien o mal, harían en privado una lista enorme de las cosas que se hicieron mal y que intentarían no repetir.
Pero su libro advierte que el populismo está más arraigado en el socialismo que en su sector…
Yo prefiero un liberal de izquierda que un populista de derecha, porque creo que el populismo es terrible al ofrecer cosas que no se deben ofrecer. Existen populismos de derecha, pero son mucho más escasos que los de izquierda.
¿Por qué son más escasos?
Porque, en el fondo, hay una característica en el populista de izquierda que eventualmente no la tiene el de derecha: el de izquierda va a tratar de controlar siempre el poder y permanecer en él. El de derecha, a lo mejor se tienta con ofertones populistas para salir electo, pero es más respetuoso de la libertad, de la alternancia del poder y de la democracia. Los populistas latinoamericanos de izquierda han usado su gobierno populista para quedarse para siempre y controlar lo que más puedan. Esa es la diferencia entre un populista de izquierda y uno de derecha. Yo dedico un capítulo entero del libro para explicar qué son las derechas y las izquierdas.