El plebiscito no es todo. Cometeríamos un error si no tenemos en cuenta las próximas elecciones municipales. Nos guste o no, tanto a raíz de los sucesos de octubre como en la pandemia, la influencia de los alcaldes supera con creces los límites comunales. Además, no es impensable que la segunda vuelta presidencial se dispute entre dos alcaldes.
¿Cuál es la más importante de las próximas elecciones municipales? La de Valparaíso. Lo que ocurre en el puerto muchas veces ha anticipado fenómenos que luego se extienden por todo Chile. Ya sucedió con las revueltas universitarias de 1967, pero, sin ir tan lejos, la elección municipal de 2016 mostró la debilidad de los partidos tradicionales ante el avance del Frente Amplio, ese que cautiva los corazones de los hijos de nuestros políticos.
Da vergüenza recordar la forma en que esos partidos enfrentaron esa elección. La derecha presentó como su candidato al alcalde vigente, cuya administración había sido particularmente mala y desprolija en el manejo de fondos públicos: le dejó a sus oponentes la bandera de la lucha contra la corrupción. Imagino qué habría dicho Jaime Guzmán sobre el desempeño de este miembro de su partido.
¿Y cuál fue la carta de la socialdemocracia, la misma corriente que ha aportado a la historia figuras como Willy Brandt, François Mitterrand o Ricardo Lagos? Su propuesta a los porteños fue DJ Méndez, un cantante sin experiencia política.
En ese contexto, el Frente Amplio (FA) presentó a Jorge Sharp, una persona joven, identificada con la protección de los barrios porteños, de credenciales inmaculadas y apoyada por diversos movimientos ciudadanos.
Para el Frente Amplio, Valparaíso fue un experimento de gran valor. Le enseñó que podía derrotar a los partidos de siempre en su propia cancha; y aumentó su autoestima hasta el infinito. Sin embargo, no todos en el FA muestran una actitud tan complaciente. Carlos Ruiz Encina, uno de sus ideólogos, advierte que las prácticas de ese conglomerado empiezan a asemejarse al clientelismo de la antigua Concertación, lejos del pueblo. Él se da cuenta de que no resulta inteligente llegar al poder sin la debida preparación. Ruiz busca trabajar a largo plazo, porque quiere cambiar Chile de modo radical; estas prisas de adolescentes le incomodan.
La experiencia de Valparaíso parece darle la razón a este sociólogo. De partida, Sharp se olvidó muy pronto de las organizaciones sociales y se rodeó de un círculo de hierro de amigos frenteamplistas. En su “alcaldía ciudadana”, los ciudadanos que piensan como él son más tomados en serio que el resto. También hemos conocido irregularidades dignas de los peores tiempos del pasado. La más famosa fue un concurso para directores de establecimientos de educación de la comuna que más parecía una piñata familiar. Además, en este período frenteamplista hemos visto un preocupante uso del amedrentamiento a quienes piensan distinto, que muestra que las concepciones de democracia de Sharp y sus amigos son peculiares.
Por otra parte, Valparaíso está en ruinas, y los críticos de Sharp señalan que la responsabilidad no es solo de los vándalos, sino de su actitud ambigua respecto de la violencia. Él dice que sus recursos de protección en contra de la policía buscaban proteger los ojos de los manifestantes, pero —en el mejor de los casos— no brilló por su defensa del uso legítimo de la fuerza para proteger esa ciudad que constituye un patrimonio único en el país.
La ciudad está empobrecida, no hay un plan creíble de desarrollo económico y se desalienta la inversión privada. Es la consecuencia de tener a un hombre de 35 años que utiliza las recetas de la izquierda de hace medio siglo.
La experiencia de la alcaldía de Sharp puede resultar reveladora para todos nosotros, porque nos permite atisbar cómo sería un Chile gobernado por el Frente Amplio. Al menos a mí, me parece un panorama poco alentador.
Sin embargo, no todo son malas noticias. “Donde hay peligro, allí también crece la salvación”, decía el poeta Hölderlin hace dos siglos. Si el Frente Amplio ha puesto gran parte de sus fichas en Valparaíso, una derrota allí significaría un gran obstáculo a sus proyectos refundacionales de la república. Además, serviría para mostrar que no se trata de un fenómeno dotado de una suerte de inevitabilidad histórica, le quitaría mística.
Con todo, el problema no es ni Sharp ni el Frente Amplio, cuyos desaciertos en la gestión municipal son suficientes como para hacerlo perder esa elección, aunque habrá que trabajar duro para derrotarlo. La dificultad se encuentra en la derecha y en la centroizquierda: ¿serán capaces de entender lo que está en juego?
El éxito del Frente Amplio no se explica solo por sus aires de superioridad moral y su poco respeto por las formas de la democracia representativa. Si ha crecido, es por la pequeñez de miras de quienes tiene delante, no solo en Valparaíso. Su apuesta podrá ser romántica, pero carece de contenido: cuando se entra a los problemas políticos reales, donde no basta con ser una “novedad”, tanto la derecha como la izquierda moderada pueden ganarle por lejos. Solo falta que se den cuenta y empiecen a perderle el miedo. (El Mercurio)
Joaquín García Huidobro