Van Rysselberghe, Larraín y la derecha

Van Rysselberghe, Larraín y la derecha

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La presidenta de la UDI, senadora Van Rysselberghe, reconoce que en primera vuelta el candidato oficial de su partido perderá un 3, 4 o 5% del electorado a manos de José Antonio Kast.

Esa consideración -todos lo sabemos- significa que hoy las encuestas le indican que el candidato independiente, ex militante de la UDI, se mueve en realidad entre el 10 y el 12%.

¿Cuál es la razón para el despegue de la candidatura del Kast independiente?

En parte lo contesta la senadora: hay un electorado que ella califica como desencantado, sentido y dolido y que, por eso mismo, no va a votar por Sebastián Piñera. Lo afirma ella, y con toda sinceridad.

Agrega Van Rysselberghe -como consolándose- que, en todo caso, esos mismos electores van a sufragar por los candidatos de la UDI al Parlamento. O sea, la actual presidenta de un partido que desde 1990 y hasta hace poco no tenía complejo alguno en presentarse como el representante de la derecha chilena, asume que ya solo un 3, 4 o 5% de los votos totales le llegarán de la verdadera derecha.

¿Y los otros, los 15 puntos restantes que espera obtener la UDI, de dónde vendrán? Era la pregunta obvia, pero no le fue formulada.

Llegarán -si es que llegan- del mundo lavinista, del manejo que harán las cúpulas piñeristas encabezadas por Chadwick, de las clientelas partidistas de senadores y diputados, de los recién inscritos en el partido. No llegarán, por lo tanto, desde la derecha representada por la UDI de los 90, no vendrán del mundo de Guzmán. Es lo que expresaba lúcidamente el diputado Arturo Squella, semanas atrás, al afirmar que las bases históricas de la UDI se sienten muy identificadas con José Antonio Kast.

Cuando se plantean estos matices, cuando la discusión se torna sutil, siempre hay alguien que acude al rescate y clarifica las cosas, para bien o para mal… suyo. Esta vez -una vez más- ha sido el senador Hernán Larraín quien ha aclarado posiciones al afirmar que «hay que evitar que el programa de gobierno (de Piñera) se etiquete como derechista».

Discutirán quienes lo conocen de cerca sobre si el senador Larraín es un auténtico derechista o es un centrista acomodado hacia la diestra, pero eso importa poco. Lo interesante es su sincera declaración: el programa de Piñera no debe ser el de la derecha.

Todo se aclara entonces. La derecha no está siendo convocada a votar por Piñera.

Y, no lo podrán negar, son palabras de Van Rysselberghe y de Larraín: son ellos los que reconocen, primero, que la derecha está desencantada de Piñera, está dolida, está sentida y, por eso, no votará por él; y, segundo, que no lo hará porque el programa del empresario no la representará.

Lo que está pendiente, entonces, es determinar el volumen de esa derecha desencantada, dolida, sentida y no representada por el programa piñerista.

La propia presidenta de la UDI nos da una clave, al mostrar su escepticismo respecto de las primarias de su sector. Se trata de hacerlas para acallar el fuego amigo, afirma. Pero, al mismo tiempo, intuye que la baja participación va a volver a poner de pie la única interrogante que carcome hoy a las candidaturas de Chile Vamos: ¿quién podrá conquistar los votos de la auténtica derecha, esos sufragios que fueron el núcleo duro de la UDI de los 90, esos electores que en las últimas elecciones se han sumado a la abstención o al nulo y que tampoco acudirán a votar el 2 de julio?

Serán las primarias, no las encuestas, la mejor plataforma de análisis para contrastar la eventual votación de Piñera con la posible votación de la auténtica derecha, esa que no se siente representada por el ex presidente.

Y esa comparación, sinceramente formulada, es el principal riesgo que corre Chile Vamos.

 

El Mercurio/Agencias

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