Vidal, el rey de la izquierda- Gustavo Andrés Sánchez

Vidal, el rey de la izquierda- Gustavo Andrés Sánchez

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Francisco Vidal es un ser de cualidades extraordinarias. Es de las pocas figuras concertacionistas-novomayoristas que goza de aprobación en prácticamente todo el espectro político transicional. Y es extraordinario porque se ha vuelto moneda corriente que en la derecha le reconozcan méritos y capacidades a buena parte de la decé –baste señalar que Hernán Larraín Matte sostuvo, hace unos días, que al Gobierno le vendría bien incorporar a un René Cortázar o una Mariana Aylwin, sin siquiera despeinarse–, pero resulta que Vidal es pepedé. A no confundirse entonces, Vidal es un hombre de izquierda.

Pero quizás “hombre de izquierda” no sea una etiqueta suficiente. Vidal es lo más parecido al rey de la izquierda, y eso no es cualquier cosa. Vidal no es simplemente alguien que uno pueda colocar bajo el rótulo de “la izquierda”, sino que es alguien que se sabe bajo ella y, por lo mismo, tiene la potestad de establecer dónde está la frontera que separa a la izquierda de la derecha. Si el Rey Luis XV dijo “después de mí, el diluvio”, el Rey Vidal dice “después de mí, la derecha”.

Vidal puede equivocarse en sus cálculos, puede pecar de exceso de entusiasmo –recuérdese que no se cansó de señalar en ‘Estado Nacional’ que la Nueva Mayoría ganaba 4 a 0 en las elecciones recién pasadas–, pero ello carece de importancia, dado que los cálculos no son su labor principal, eso puede dejárselo a Pepe Auth. Vidal está para cosas mucho más relevantes. Fundamentalmente, está para dejar bien en claro dónde está la izquierda, para decir fuerte y claro: “Si nos dividimos, gana la derecha”. De esta forma, Vidal asume la posición del observador objetivo que logra ver más allá de los contextos, que sabe cómo son las cosas.

Vidal gobierna en el reino de la izquierda transicional. Es el encargado de desactivar a las pequeñas izquierdas que quieren construir un poblado al margen de su reino. Y, cuando no logra desactivarlas, se encarga de cooptarlas, de seducirlas con sus riquezas. En cualquier caso su dictumes siempre el mismo: o conmigo o con la derecha. Pero ello implica que su lugar en la historia no deja de ser paradójico, porque su reinado es un recordatorio de que no existen solo dos posiciones posibles, sino que dichas posiciones son performativas, que son posiciones que deben producirse y reproducirse todo el tiempo. De lo contrario, no habría necesidad de advertir a los súbditos sobre los peligros que acechan más allá de las fronteras del reino. Pero aun así se hace.

Y aquí está lo central, porque una cosa es que allende al reino de Vidal exista otro que dichoso acepte el rótulo “de derecha”, pero ello no implica que sea distinto al de Vidal. Así es como lo suyo es un intento por mantener los patrones de inteligibilidad intactos, por ubicar a los actores en el lugar que les corresponde para que el reino de la izquierda no ceda. Aquí hay que tener en cuenta que el rey no le habla a su oponente, les habla a los suyos. Son los suyos los que deben convencerse de que pertenecen al Reino, que están donde deben estar.

Pocas dudas caben de que el Reino pasa por una de sus peores etapas. Lo que en algún momento fue percibido como la sabiduría del rey, con el tiempo se convirtió en amenaza, para luego no ser más que un chantaje. El rey sabe que su posición depende de las relaciones que establezca con los suyos, que es necesario que lo reconozcan como rey. Una vez que el reino de la izquierda transicional ha mostrado su contingencia, Vidal camina desnudo por lo que alguna vez fueron sus tierras, insistiendo en que deben unírsele para evitar el avance de la derecha, que él es la izquierda.

Si bien la historia nos ha mostrado el derrumbe de reinos mucho más majestuosos, no deja de ser una escena conmovedora. Aunque, como dicen por ahí, hasta los aviones se caen. (El Mostrador)

Gustavo Andrés Sánchez

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