La semana pasada visitó Chile el diputado y candidato a la presidencia de Argentina, Javier Milei, lo que no dejó indiferente a nadie. Tras anunciarse su charla abierta en una hora se debió bajar el sitio web de la Fundación para el Progreso, ya que más de 3.000 personas colapsaron la reserva de butacas para la charla que el candidato daría en el Teatro Municipal de las Condes. Las 800 butacas se agotaron el día uno y el viernes en la mañana de la charla, la cola de personas para entrar daba la vuelta a la manzana. Por lejos, lo más cercano a un rock star. Todos los medios buscaron cubrir su visita, nadie quedó indiferente. Un público heterogéneo y diverso llenó el teatro y ovacionó al economista argentino quien confirmó, una vez más, que es un real fenómeno de masas. Con su pelo despeinado que le ha costado el apodo de “el peluca” y su forma irreverente de gritar “viva la libertad carajo”, lo que es sólo una parte de este fenómeno, logró que la audiencia lo coreara, generando un frenesí propio de los artistas musicales.
No es la forma lo que encanta, es el fondo. Esa idea que defender la libertad y el capitalismo no es simplemente por sus resultados, sino que por su moralidad. La idea, evidente, pero poco glamorosa, que para lograr cualquier cosa se requiere esfuerzo y que cualquier derecho alguien lo tiene que pagar y que, en rigor, no hay nada gratis, ha calado en mucha gente. Este discurso empapado de realismo, sin tintes utópicos, que prometen soluciones que parecen “fáciles” para problemas “difíciles”, ha encontrado un espacio en la sociedad y en la mirada política.
No es sólo al otro lado de la cordillera, sino que también en Chile. Un Chile que por fin parece haber despertado de un letargo y un engaño. Hoy los chilenos tienen claro que no hay nada gratis y que para lograr ascender en la sociedad y en la vida, se requiere esfuerzo. Pero más claro que eso, que entiende cualquier persona de real trabajo, Chile hoy sabe que muchos políticos que enarbolaban la bandera de la “justicia social”, en verdad lo que buscaban era enriquecerse ellos mismos. Usaron la política para su propio beneficio. Y en ese sentido, la experiencia argentina en la que lo que Milei llama “la casta”, que se sirve del sistema y roban a chorro. Hoy Chile, que siempre creyó ser un país probo, ha demostrado que aquellos que gritaban por “justicia social”, y que se auto arrogaban ser la voz del “pueblo”, solo buscaban “ lucrar de la pobreza”. En medio de los escándalos que enlodan el nombre de quienes se levantaban como los elegidos para llevar a Chile al “Paraíso Terrenal”, esos jóvenes de Revolución Democrática y del Frente Amplio, ya no tienen ningún piso, menos el piso moral. Nunca tuvieron el piso de la experiencia, ni la sabiduría, hoy ya no tienen ni cara para poder seguir rasgando vestiduras contra el “injusto sistema”.
En medio de los escándalos, llega Milei, quien representa todo lo contrario a los “chicos del Frente Amplio”, quien califica las visiones de éstos, no sólo como ineficientes y contrarias al camino del progreso, sino como inmorales. Esa idea que a quien trabaja y se esfuerza hay que castigarlo para emparejar la cancha de quien decide no trabajar es algo inmoral e injusto en sí mismo. La justicia es darle a cada uno lo que es de propio suyo y no lo mismo.
Ese grito decidido a favor de las ideas de la libertad y que revindica el esfuerzo y el mérito parece hacer mucho sentido en muchas personas que se han terminado de dar cuenta que el sueño utópico de la izquierda es imposible y ciertamente es injusto. Esa idea que manifiesta Milei, que la corrupción es inherente al Estado, ya que en el mundo privado la corrupción se manifiesta en sobre precios que hacen que o se ajusta, o quiebran. Pero en el Estado nada se ajusta. Cuando falta, solo intentan quitarles más a las personas “a punta de pistola”. Sin duda, esta visión minarquista del Estado, es decir, un Estado pequeño, hace sentido a quienes son personas de trabajo y deben y les cuesta pagar los impuestos. Hace sentido en los emprendedores que dan trabajo y que les cuesta cuadrar cada mes. El Estado nunca cuadra nada, sólo busca quitarles a las personas cada vez más, para luego demostrar que esos recursos son muchas veces utilizados para el enriquecimiento personal de quienes logran el poder.
Ciertamente hay una crisis moral y Milei citando a Dios y enfatizando que “hay algunos que creen que robar es bueno y yo creo que es malo”, nos hace volver a mirar los 10 mandamientos y el bien como norte. Su rápida visita constató que quienes luchamos por la libertad hemos comenzado a conquistar corazones y mentes. Ciertamente hay esperanza. Dicen que el bien siempre prevalece, ojalá así sea pronto. Mientras tanto, seguimos trabajando. (El Líbero)
Magdalena Merbilháa