Todos entendemos el contexto y nivel de violencia en el que hemos vivido estos meses, y también entendemos que en algunos casos la fuerza policial pudo ser excedida por las circunstancias, y también hemos visto cómo funcionarios de Carabineros han sido también atacados de manera alevosa y brutal por hordas que no se detienen ante nada, provocando heridos graves entre sus filas. Pero ningún contexto puede justificar acciones de golpizas brutales como las antes descritas: son acciones absolutamente innecesarias, excedidas, desmesuradas y en las que vemos el mismo odio irracional que muchos han denunciado en los antisociales, el lumpen y algunos elementos fanatizados de la llamada “primera línea”. Pareciera que hubiera casi un goce enfermizo con la adrenalina que produce la violencia, como si se disfrutara incluso de degradar y destruir a un ser humano. La violencia se alimenta de la violencia, en un círculo que parece no tener fin. Pero la violencia de funcionarios de Carabineros sobre civiles desarmados, en la que los policías actúan con la misma o peor brutalidad de los grupos vandálicos es una pésima señal, muy alarmante y ante la cual no cabe justificación alguna, puesto que ellos están representando al Estado, son la “primera línea” del Estado que, por supuesto, debe asegurar el orden público, pero no mediante ajusticiamientos propios de un estado de barbarie y no de civilización.
Los que debieran tener una actuación ejemplar, con estas acciones se presentan como el peor ejemplo. Y que a ello se agregue el encubrimiento y la mentira de parte de otros funcionarios policiales revela un grado de descomposición institucional interna gravísimo. Escribí hace muchos años una columna en este mismo diario, en la que rendía homenaje a un carabinero asesinado por la espalda por antisociales, en un acto cobarde, que dejó una viuda y niños huérfanos. En esa misma columna resaltaba el espíritu de sacrificio y abnegación de muchos carabineros, hijos del pueblo. Hoy me pregunto: ¿está Carabineros ante un grado de descomposición tal que incluso esos mismos hijos del pueblo disfrutan de manera sádica de la golpiza hecha a otros hijos del mismo pueblo, pero desarmados? Espero que eso no sea así, y que los carabineros profesionales, honestos, éticos levanten su voz para denunciar y castigar a estos violentistas vestidos de carabineros, que deshonran a una institución fundamental en Chile. No puede primar la anomia moral dentro de Carabineros ante estos hechos. Esa misma anomia moral hoy se ha instalado en parte de la sociedad civil, incluso de la clase política para hacer vista gorda ante la violencia nihilista de grupos extremos, en las calles, los estadios, los hospitales, etc. Esa anomia moral es peligrosísima y nos puede llevar a una suerte de guerra civil, en la que la violencia sea la única arma para resolver los conflictos políticos y sociales. El fin no justifica los medios. Ni Carabineros debe buscar el restablecimiento del orden público a través de medios ilícitos ni la justicia social debe buscarse a través de medios violentos. No debemos acostumbrarnos a la violencia, venga de donde venga. No debemos perder el estado de asombro ante la brutalidad, porque de lo contrario el Mal —como diría Hannah Arendt— se banaliza y pasa a ser algo habitual, y hasta aceptado. Tan culpables de esta violencia son quienes la realizan como quienes la justifican o hacen vista gorda ante ella. Por eso, me parece que una noticia como esta debe ser destacada e investigada hasta las últimas consecuencias. Sin ningún tipo de condescendencia o pretendiendo minimizarla. Sin esgrimir la ley del empate.
La violencia desatada hoy en Chile es tal vez el problema más importante que debemos enfrentar hoy como sociedad: violencia verbal y física. Linchamientos, funas, destrucción del espacio público, incendios de iglesias, violaciones a los derechos humanos: es muy brutal lo que estamos viviendo. No dejemos de alertarnos e indignarnos ante eso. Ver de dónde viene, buscar sus raíces para extirparla de nuestra convivencia. La ira avanza, la racionalidad retrocede, debiéramos hacernos todos los chilenos activos ciudadanos por la paz, del signo ideológico que seamos. Chile necesita más razón que fuerza en estos días. No puedo dejar de terminar estas líneas sin abrazar muy sentidamente a los familiares de Alex Andrés Núñez Sandoval, la víctima de este acto horroroso y vergonzoso, un chileno como nosotros. Su muerte nos afecta a todos, hiere al país entero. Como dijo John Donne: “Ningún hombre es una isla, cada hombre es un pedazo del continente/ una parte de la tierra (…) La muerte de cualquier hombre me disminuye./ Entonces, no preguntes por quién doblan las campanas/ las campanas están doblando por ti”. (El Mercurio Cartas)
Cristián Warnken