La ministra del Trabajo, Ximena Rincón (DC), cerró esta semana con el quiebre de relaciones con el gobierno anunciado por la CUT y la desazón empresarial por los cambios realizados a la reforma laboral que ingresaron al Parlamento el miércoles 9. Pese a ello, la titular del Trabajo no se desanima, aun cuando en los próximos días enfrentará un nuevo desafío: convencer al PC y a la DC de las virtudes de los modificaciones hechas por el gobierno a su emblemática reforma.
Algunos sostienen que la Cámara de Diputados aprobó una reforma que tenía un sello más pro sindical que la que va a salir tras las indicaciones ingresadas esta semana por el Ejecutivo. ¿Cómo lo ve usted?
Lo que ha habido son perfeccionamientos técnicos a temas más complejos, pero esta reforma no es menos sindical de lo que aprobó la Cámara. Las indicaciones de este segundo paquete son precisiones técnicas que lo que persiguen es ahuyentar temores y evitar judicializaciones, pero no cambiar el rumbo de la agenda que la Presidenta se trazó, porque hay un compromiso que para ella es fundamental y es que, efectivamente, hubiera titularidad sindical, que la huelga se pudiera materializar y no tuviera posibilidades de ser desvirtuada, que la extensión de los beneficios fuera parte de los acuerdos que se lograban entre unos y otros o que hubiera posibilidad de que los sindicatos interempresas pudieran negociar. Esta reforma no es más sindical en la Cámara o más empresarial en el Senado: es una reforma más precisa desde el punto de vista de las instituciones que consagra desde sus orígenes.
¿No hay un giro a la derecha?
Las indicaciones que hemos presentado no consideran ningún tipo de excepción a la titularidad sindical ni se atenúa el fin del reemplazo a huelga. También en las Mypes se elimina la renuncia al sindicato para volver a trabajar, no se altera el principio de que debe existir acuerdo entre empleador y sindicatos para los servicios mínimos y se establece una gradualidad en materia de los pactos de horas extraordinarias. O sea, desde el punto de vista de los temores, no hay ninguna alteración a todos esos temas que son sensibles desde el punto de vista de lo que se había acordado en la Cámara de Diputados.
Uno de los temas claves es el derecho de huelga, ¿por qué los cambios que ahora se están promoviendo no implican una relativización de este derecho?
Porque ya en septiembre se había clarificado que los trabajadores que no están en huelga siguen trabajando, que es su derecho poder hacerlo, y que el empleador sólo puede hacer adecuaciones necesarias en esas funciones para que sigan ejecutándolas, incluyendo dentro de ellas los ajustes de turnos u horario, pero no podía alterar las funciones pactadas ni el establecimiento donde ellas se realizaban.
Pero se incorporó el término “adecuaciones necesarias” que algunos interpretan como una flexibilización en el tema de los reemplazos internos…
Lo único que se cambia en esta segunda tanda de indicaciones es que se precisa que es el trabajador el que va a huelga y no su puesto de trabajo. Puede pasar -y ya he ocupado este ejemplo- que si en un supermercado que tiene 10 cajeros y hay cuatro supervisores que también hacen habitualmente de cajeros, suman 14. Si se van a huelga siete de los 10 cajeros, con los otros tres más cuatro supervisores que se desempeñan también de cajeros puedes administrar las cajas, pero vas a tener menos frecuencia, filas más largas, más demora en la atención, porque ya no son 14, sino que la mitad. Por lo tanto, desde el punto de vista de la huelga, se provoca una merma, significa un perjuicio al empleador. Eso no es reemplazo, esas son adecuaciones necesarias para seguir funcionando con menos trabajadores. Si le pido al que vende en la carnicería que atienda la caja cuando no es parte de su contrato ni sus funciones y cuando nunca lo ha hecho, es un reemplazo interno y está prohibido en este proyecto.
¿Y ese reacomodo ahora posible no es un golpe a la efectividad de la huelga?
Para nada. Una huelga va a ser más o menos efectiva dependiendo del número de trabajadores involucrados, porque una empresa con cien trabajadores que tenga un nivel de sindicalización de 90, si materializa la huelga es mucho más efectiva que una empresa donde hay sólo 40 que la materializan. Son efectos distintos, pero no es la norma la que lo posibilita, sino que es la fuerza de la organización sindical.
¿Cuál es el límite a esta facultad del empleador para hacer estos movimientos?
Las funciones y los establecimientos que no se pueden alterar.
¿Y esas funciones tienen que estar estipuladas en los contratos?
Lo que pasa es que no basta sólo con que el contrato diga que haces algo, porque yo puedo determinar como empleador que vas a hacer cien funciones, pero sólo haces dos. Ese es el principio de la primacía de la realidad que está fallada en la jurisprudencia de los tribunales y de la Dirección del Trabajo. Esas son tus funciones, no las cien que tienes en el contrato.
¿Cómo se evita que a propósito de esta reforma las empresas cambien los contratos de los trabajadores para hacer sus funciones menos específicas?
Lo que pasa es que el principio de la primacía de la realidad siempre se impone y es lo que tú haces, independiente de que esté o no esté escriturado. Si tú nunca lo has hecho, no es parte de tus obligaciones ni de tus funciones. Uno siempre se puede poner en el lado del mal pensando y decir: ah, aquí van a cambiar todos los contratos. Pero la verdad es que es la habitualidad lo que hace que tú tengas o no tengas una función más allá de que la hayas o no escriturado. Puedes no tenerla en el contrato y la haces habitualmente.
¿Por qué no se establece con claridad cuál es el límite de este reemplazo en huelga para evitar interpretaciones?
Es que legislar en la casuística es imposible. Son tantas las formas, figuras, situaciones… Vas a los supermercados chiquititos y la cajera también repone o limpia. Depende de la relación que tengas con tu empleador, de lo pactado y para lo que te contrataron. Es la relación laboral, y son tantas y múltiples que no podemos legislar para el caso a caso. Es imposible.
Por eso, algunos sectores planteaban que era clave establecer que no se podía hacer ningún tipo de reemplazo interno…
Es que eso es lo que se ha consignado. Esto no es un reemplazo interno. Que ejerzas tus funciones no es un reemplazo interno. Que hagas algo distinto para lo que fuiste contratado o lo que haces habitualmente es un reemplazo interno.
¿Diría que este es un proyecto que deja satisfecha a la Nueva Mayoría?
Este es un proyecto que busca equilibrios y creo que desde el punto de vista de lo que es una modernización de las relaciones laborales de nuestro país, es un gran proyecto. Es un proyecto que se hace cargo de temas que no había sido posible abordar en nuestro país en los últimos 35 años.
¿Le sorprende que sectores de la Nueva Mayoría no respalden los cambios realizados?
No. Creo que tenemos que hacer un trabajo de explicación, de contar cómo son las relaciones laborales, qué es lo que pasa hoy en el país, qué es lo que sucede en las negociaciones interempresas. Hay muchos fantasmas encima de la mesa. Por lo menos, en lo que ha sido mi relación con los parlamentarios cuando les vamos explicando, cuando les contamos los fallos de los tribunales y de la Dirección del Trabajo, se van despejando fantasmas que se habían instalado en estos días.
Independiente de eso que usted plantea, su partido, la DC, ingresó indicaciones propias al proyecto de ley, lo que da cuenta de que no están satisfechos con la normativa del gobierno. ¿Estos fantasmas a los que alude están en su partido?
No sólo en mi partido, están en distintos senadores de distintas bancadas. No fueron tantas las indicaciones que se presentaron. En total, son poco más de 30. Tenemos que acostumbrarnos a entender que el Parlamento es para debatir, para poder escucharnos y ver cuánto de lo que me plantean tiene sentido para el objetivo del proyecto de ley que como Ejecutivo estamos impulsando. Espero y confío que en el tiempo que queda de aquí a que lo votemos en el Senado podamos despejar los temores o los juicios que creo que en algunos casos son errados en esta materia.
Un nudo insalvable es el que está estableciendo el Partido Comunista sobre algunos aspectos de la reforma. ¿Usted confía en que estarán los votos del PC?
Confío en que vamos a tener un diálogo que nos permita avanzar, bajar barreras y entender que esta es una legislación que trata de armonizar y de hacer confluir las miradas, los intereses, las particularidades de todos.
Es razonable plantear que el PC en este tema tiene una carga histórica que hace pensar que no contar con sus votos es un tema para el gobierno. ¿Es así?
Es tan tema como la concepción y la carga de la defensa de los trabajadores que tiene la DC. Son todos los partidos muy importantes: el PS, el PR, el PPD, el PC y, por cierto, la DC, y también la derecha, porque tenemos diputados en el otro lado de la mesa que han sido bien insignes en defensas de temas laborales y también los queremos tener en esa conversación. El país lo construimos entre todos, no se construye sólo desde un lado de la mesa. Las personas se unen por lo que les pasa y no por lo que piensan.
¿Cuánta legitimidad pierde la reforma si no cuenta con los votos del PC?
Este no es un proyecto para un partido, este proyecto quiere cambiar las relaciones laborales de nuestro país haciéndolas más equitativas.
Las críticas que ha hecho la CUT, que rompió relaciones con el gobierno, ¿cómo las asume el Ejecutivo?
Debemos explicar más las indicaciones, porque, insisto, no han cambiado el sentido que inspira el proyecto.
Tampoco se generó simpatía en el empresariado, ¿qué se responde a ello?
Insisto, este proyecto no es ni para un partido en particular, la DC o el PC, o para un sector específico. Este es un proyecto para el país, sus trabajadores y sus empresas.
Y ¿cómo se aborda que no haya quedado satisfecho ninguno de los actores a los que va a regular esta normativa?
Aparece contradictorio que una misma indicación sea catalogada al mismo tiempo como cosmética por los gremios y como estructural por los sindicatos. Nuestro deber es presentar lo que jurídicamente asegura que se cumplan de mejor forma los pilares esenciales del proyecto, los pilares que fueron democráticamente aprobados por la ciudadanía cuando votó por una redacción muy precisa en el programa de gobierno sobre esta materia. No legislamos para uno u otro sector, sino que para todo el país. Así es la política legislativa: se presentan las indicaciones, vienen las primeras reacciones, y después de un proceso de diálogo se arriba a conclusiones más precisas.
Llama la atención que a dos años del gobierno sea aún complicado aunar los criterios de la Nueva Mayoría respecto de las reformas que plantea el gobierno. ¿A qué cree usted que obedece eso?
Nadie dijo que iba a ser fácil. La Presidenta Bachelet nos planteó transformaciones bien ambiciosas que no son menores. El debate con los partidos de la Nueva Mayoría ha sido súper interesante, como también con la CUT y los empresarios, pero nadie dijo que iba a ser fácil, porque cambiar una legislación que se ha construido sobre la base de temores y recelos no es fácil. Y supone, por cierto, mucho coraje de la Presidenta, por haber estado dispuesta a ponerla en serio encima de la mesa, pero también de mucha convicción de los actores de esta Nueva Mayoría que tiene distintas miradas y que cree que el trabajador, la productividad, las personas y el desarrollo son parte fundamental de un país distinto.
Al inicio de esta conversación usted recordaba que esta reforma también se produce en medio de un giro en el rumbo del Ejecutivo que debió adecuar sus propias expectativas. ¿Cómo afectó este clima general a la reforma laboral?
Creo que eso se traduce en estas indicaciones, que son perfeccionamientos, no son un cambio al sentido que esta reforma tiene, que es equiparar, equilibrar, instalar el diálogo, lograr mayores niveles de conversación y confianza en nuestro país.
¿Están previstos nuevos cambios a este proyecto de parte del Ejecutivo?
Hemos cerrado el ciclo de indicaciones. Tenemos un cronograma que ha definido el presidente de la comisión junto a sus miembros. El próximo miércoles nos juntamos en la mañana, y en la tarde-noche debemos terminar la votación de las indicaciones.
¿Le genera cierta incertidumbre que la votación quede abierta en el sentido de que todos los partidos hayan dicho que cada uno va a votar como quiera?
No, porque creo que en la medida en que vayamos explicando las indicaciones…, estamos además haciendo un trabajo bien pedagógico de qué es lo que hay hoy día en la legislación y cómo queda el proyecto que muestra efectivamente cuáles son los cambios y la importancia de esos cambios.
¿Sería un tema para usted que no se sumen los votos DC para aprobar estos cambios?
Vamos a tener los votos para respaldar la esencia del proyecto, la esencia de lo que la Presidenta ha pedido, y estamos tranquilos en ese sentido, lo que no significa que no vaya a haber debate y que haya miradas particulares de algunos de nuestros senadores o eventualmente diputados.
¿Qué le pasa cuando hay sectores que sostienen que estas reformas con las indicaciones finales tuvo más un sello de Hacienda que de Trabajo?
Lo que me pasa es que creo que hay mucho machismo al intentar instalar que un ministro es más relevante que el otro. El ministro Valdés y yo hemos trabajado en equipo y la que ha puesto el sello en este proyecto -como corresponde- es la Presidenta.
En ese argumento, más que aludir a las personas, tiene que ver más bien con la orientación final de la reforma…
La verdad es que había temas que para nosotros eran fundamentales. La titularidad sindical, el no reemplazo, el sindicato de interempresas, la información, proteger a los trabajadores, que son temas que se resguardan. Yo, al menos, como ministra del Trabajo me siento tranquila de que esas cosas que eran fundamentales para nosotros se mantienen, y se mantienen en el sentido que la Presidenta nos dijo.
Los cambios a esta reforma ¿debieran generar un mayor acercamiento con el empresariado?
Yo distinguiría dos grupos en los empresarios: uno, los representantes gremiales, y otro, los empresarios que están en el desarrollo productivo de sus empresas. Mis conversaciones con los empresarios que están en el día a día, en el desarrollo productivo, es de tranquilidad, es de muchos de ellos afirmarme, que lo que esta reforma plantea, ellos ya lo están haciendo y bastante más avanzado que lo que la reforma señala. Cuando me he juntado, además, con representantes extranjeros, me reafirman exactamente lo mismo: la legislación que hay en otros países es muy parecida o más avanzada que la que tenemos. Creo que Chile tiene que creer que es posible un desarrollo con diálogo, con conversación, distinto al que hemos tenido hasta ahora.