Las elecciones se ganan o se pierden, pero también se explican. Y en eso estamos por estos días. Todos los chilenos somos testigos de la manera intensa, casi impúdica, en que el gobierno de Michelle Bachelet se involucró en la campaña presidencial. La vocera de Palacio, Paula Narváez, hacía una aparición diaria criticando al candidato Sebastián Piñera; el ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre intervino, sin el pudor y la prudencia que el cargo que ejerce aconseja, en polémicas de los equipos programáticos de Alejandro Guillier y Piñera. La propia Presidenta, incluso, realizó un despliegue territorial inédito visitando quince comunas entre el 20 de noviembre y el 15 de diciembre, para inaugurar nuevas obras y también otras que ya funcionan hace tiempo, muchas veces acompañada del candidato Guillier.
Esta inusitada movilidad presidencial se asoció a lo que su equipo llamó su “Legado”. El gobierno se desplegó con todo para apoyar la candidatura oficialista, consciente de que una derrota de éste era también una derrota de la Presidenta, que terminaría, por segunda vez, entregándole la banda presidencial a Sebastián Piñera.
Pues bien, producida la segunda vuelta y luego de la aplastante derrota que Piñera propinara a Guillier, al que superó por más de nueve puntos porcentuales, La Moneda, lejos de reconocer la derrota, señala a través de la misma Narváez que “el gobierno de la Presidenta sale bastante fortalecido. Nos jugamos por una agenda política progresista y en eso hubo triunfo”. El inefable Francisco Vidal, en una columna en El Mercurio, viene en auxilio de esa tesis señalando que si bien hubo una derrota electoral, hay un triunfo estratégico y político. En La Tercera, Carlos Correa, ex funcionario del gobierno de Bachelet, se burla un poco de esa postura y simplemente afirma: “Para el gobierno es una derrota y decir lo contrario es mentirse”. Lo que escapa ya a toda comprensión es lo que ha dicho la senadora electa Yasna Provoste, quien afirma que “claramente las ideas que ha representado Alejandro Guillier han triunfado”.
La verdad es muy distinta: lo que ganó en la elección del 17 de diciembre fue un proyecto completamente distinto al de Bachelet y Guillier. Un proyecto que privilegia el crecimiento económico y la creación de empleos como una necesidad prioritaria, incluso para poder financiar otras demandas de la población, como las relacionadas con beneficios sociales. Es muy significativo que Sebastián Piñera haya superado a Alejandro Guillier en las cinco regiones del norte de Chile, Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta, Atacama y Coquimbo. Regiones que, quizás con la excepción de Tarapacá, siempre han sido reductos fuertes de la izquierda y donde la disminuida actividad económica y la falta de dinamismo de la minería llevaron a la mayoría a votar por Piñera.
En definitiva, la elección vino a confirmar el mal diagnóstico que la izquierda y no pocos en la derecha hicieron de las movilizaciones sociales del año 2011. La lectura equivocada fue que los chilenos querían cambios radicales al modelo de desarrollo, que querían políticas más socialistas para resolver los problemas de la educación chilena, que no querían más AFP, que querían echar abajo las instituciones para instaurar “otro modelo” que se alejara de la modernización capitalista que había experimentado Chile de la mano de la Concertación. El período entre 1990 y el 2013 fue repudiado y sus protagonistas denostados.
Los chilenos el 17 de diciembre demostraron que no es así. Que no es que no quieran más el modelo, sino que quieren más del modelo, más beneficios, más ingresos, más consumo, más seguridades, menos situaciones que no pueden manejar. La lectura de la candidatura de Piñera acerca de las necesidades de la clase media fue correcta y el giro final para incorporar el tema de la gratuidad fue la única concesión programática que debió hacer.
Si esta elección fue un triunfo para Michelle Bachelet, ¿alguien puede explicar por qué se destruyó la coalición de gobierno, por qué el PPD y la Democracia Cristiana se redujeron a la mitad, por qué Sebastián Piñera sacó más votos que ella en sus dos triunfos en las presidenciales, por qué la izquierda tuvo su peor resultado desde 1990? (El Líbero)
Luis Larraín