"Yo no sabía"

"Yo no sabía"

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La Presidenta sostiene que se enteró por la prensa del escándalo Caval. Afirma que “entiende” que el operador Giorgio Martelli “colaboró” en su campaña, pero asegura no saber qué rol jugó en ella. Por su parte, Sebastián Dávalos declaró a la Fiscalía que no estaba al tanto de la importancia del negocio en Machalí para Caval, que “desconocía absolutamente los montos con que trabajaba” esta firma y que su mujer no le “informa ni avisa” lo que hace. Esta última ha señalado que no conversa con su suegra sobre el caso y que la Presidenta “no sabía nada”. Lo mismo dijo el ministro del Interior sobre sus boletas a SpA: “Esto es un tema profesional mío, no tienen nada que ver el comité político ni la Presidenta”. O sea, nadie más que él conocía las asesorías que habría prestado.

En La Moneda parecen seguir una estrategia definida: quien nada sabe, nada teme.

Pero hay un inconveniente: no es creíble. Según la última encuesta Plaza Pública Cadem, 69% de la población no le cree a la Presidenta cuando dice que no sabía de Caval. En el mismo sondeo, el 57%  señala que la Mandataria no le genera confianza e incluso 48% piensa que no es honesta (47% estima que sí lo es).

A estas alturas, el gobierno debería comprender que la insatisfacción popular está motivada no sólo por los escándalos mismos, sino también por la torpeza con que los ha manejado. La respuesta (o falta de ella) del Ejecutivo constituye hoy la parte más importante del problema. Seguir insistiendo que nadie sabía sólo empeora la situación.

Tampoco sirve victimizarse, denunciar “operaciones” y reclamar porque se pasan a llevar la honra y la presunción de inocencia. Es muy tarde para que La Moneda demande para sí la buena voluntad que no quiso exhibir antes con sus rivales.

Lo que queda es abandonar el estado de negación que existe detrás de la estrategia del “yo no sabía”. Ello requiere reconocer que se cometieron faltas  -quizás delitos- y usar oportunidades como la entrega del informe de la Comisión Engel para tratar de recuperar la iniciativa. También supone hacer efectivas las responsabilidades políticas a través de un cambio de gabinete. La postergación del ajuste ministerial resulta incomprensible, más aún si se considera que el titular del Interior se encuentra tan cuestionado que no será capaz de liderar la discusión sobre la agenda de probidad que pretende impulsar el Ejecutivo.

En definitiva, lo que se necesita es salir a encarar con medicina fuerte una situación muy incómoda y destructiva.

Si, en cambio, la iniciativa del gobierno se reduce a aprovechar el envión que entregará el informe Engel, la crisis continuará agravándose. Hay que tomar en cuenta que ni siquiera el desastre en Atacama fue capaz de opacar los escándalos, así que sería iluso pensar  que basta con tratar de cambiar de tema para superar la crisis.

Seguir repitiendo la frase “yo no sabía” hará imposible que La Moneda recobre la confianza ciudadana. Es momento de cambiar el libreto, dejar de lado las evasivas, mostrar determinación y enfrentar el problema y sus consecuencias.

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