“Tal vez hay seres más inteligentes, más fuertes y grandes también, tal vez, ninguno de ellos te querrá, como yo a ti. Mi fiel amigo” dice la canción introductoria de la película Toy Story, estrenada en 1995, y que revela ese vínculo indestructible de amistad entre Andy y Woody, enfatizando la promesa de estar siempre presente, sin importar las circunstancias. Algo de esa relación tan especial debe ser lo que mantiene en su puesto al Embajador Javier Velasco y que lo hace inmune a las críticas y a las chambonadas que ha evidenciado en sus dos años y medio en el cargo.
Partamos con un dato objetivo: la única razón que explica que Javier Velasco sea Embajador de España es su estrecha amistad con Gabriel Boric. No tenía la preparación, ni la experiencia, ni la trayectoria, ni el criterio para haber asumido ese cargo desde un principio. El Presidente, en su legítimo derecho, y contrariando lo que había prometido durante la campaña presidencial, designó como Embajador a un amigo.
Segundo dato objetivo: la única razón que explica que Javier Velasco siga siendo Embajador de España es su estrecha amistad con Gabriel Boric. No ha mostrado ni el criterio, ni la sobriedad, ni la responsabilidad de encabezar una de las plazas más relevantes para nuestro país en el exterior y su desastrosa performance, ha sido motivo de escándalo nacional e internacional. El Presidente, nuevamente en su legítimo derecho, y contrariando seguramente lo que en su fuero interno desearía el Canciller, ha seguido manteniendo a Velasco en su puesto.
Tercer dato objetivo: en ningún otro gobierno hacia el futuro, Javier Velasco sería nombrado Embajador, no solo porque no tiene las competencias, sino esencialmente, porque en el ejercicio del cargo, que asumió por ser amigo del Presidente, ha demostrado su falta de oficio y criterio. Salvo, claro, que Gabriel Boric sea de nuevo Presidente y decida, una vez más, premiar a su fiel amigo con una Embajada.
Cuando se estrenó Toy Story, Gabriel y Javier tenían alrededor de 10 años y si bien uno era de Magallanes y el otro de Santiago, no es fantasioso pensar que fueron al cine a ver esta película y que esta canción sobre amistad les quedó grabada a fuego. A pesar de las críticas interesadas de la oposición; a pesar de los consejos de asesores; a pesar del fuego amigo y de sesudas opiniones de periodistas e intelectuales; la amistad profunda entre Javier y Gabriel desafía hasta el más común de los sentidos y nos hace espectadores del vínculo inquebrantable entre el Presidente y su amigo Embajador.
Benjamin Franklin decía que había que tomarse el tiempo para escoger a un amigo y tomarse aún más tiempo para cambiarlo. Seguramente ese es el sentimiento que embarga al Presidente y que lo restringe a la hora de tomar decisiones difíciles, cuando involucra a sus amigos. Le pasó con su jefe de gabinete, a quien tuvo que dejar luego de un amplio debate, por los errores como encargado de visar los indultos a delincuentes y terroristas que desplomaron la popularidad de su gobierno; le pasó con su Ministro y amigo Giorgio Jackson, que luego de meses dando bote en la Segpres y luego en Desarrollo Social, extendió su vida útil como Ministro más allá de lo conveniente por la profunda amistad que tenía con el Presidente; le está pasando con Velasco que se ha hecho famoso por sus langostas, irreverencias e impertinencias, más que por su desempeño diplomático.
Si el Presidente no da el paso, quizás sea hora de que su amigo lo haga por él. Claro es, si es que realmente se trata de una amistad verdadera. (La Tercera)
Cristián Valenzuela